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Adolfo Cambiaso: libertad, intuición y el arte de no clonar el alma

La serie documental sobre Adolfo Cambiaso no es simplemente el retrato de un deportista excepcional. Es una invitación —involuntaria, incluso— a reflexionar sobre decisiones profundas, a veces incómodas, que marcan una vida que se sale del promedio. Cambiaso no solo dominó el polo; domó la tradición para darle forma propia. Lo interesante no es su talento, sino su libertad.

Libertad de elegir… desde el comienzo

Desde muy chico, Cambiaso mostró una inusual autonomía. No era rebeldía, sino otra cosa más sutil: una relación natural con la intuición, esa brújula silenciosa que guía sin pedir permiso. En lugar de obedecer la tradición, la escuchó, pero eligió lo suyo, los caballos, no el tenis. Decidió cómo jugar, qué caballos criar, incluso clonar. Y algo más raro: decidió con quién rodearse. Porque la libertad real —la que importa— no es la de hacer lo que uno quiere, sino la de elegir a qué decirle que no, aunque duela.

Criar caballos, clonar caballos, no clonar valores

La decisión de criar caballos no fue solo una apuesta productiva. Fue una forma de proyectarse, de crear un linaje propio sin necesidad de apellido nuevo. En esa línea, la clonación aparece en la serie como el punto más alto de esa ambición. Pero es más que ciencia aplicada al deporte: es una declaración. Quiso replicar el cuerpo, no el alma. Porque lo que hizo grande a su yegua «Cuartetera» no fue solo su físico, sino esa sinergia casi mística entre animal y jinete. La clonación fue un homenaje… pero también un riesgo.

Clonar no es copiar: es elegir qué conservar

Vale la pena detenerse: ¿qué significa clonar? En términos técnicos, es crear una copia genética de un ser vivo. La clonación puede tener fines terapéuticos (como la clonación de tejidos para curar enfermedades), productivos (como en el polo) y recreativos o afectivos (como clonar una mascota). En el caso de Cambiaso, la clonación fue productiva, sí, pero también simbólica: una forma de desafiar el tiempo, de extender lo que parecía irrepetible.

Pero el riesgo de clonar no está en la técnica, sino en la tentación de creer que lo esencial también se copia. Y eso nunca sucede. El alma no se transfiere por laboratorio. Por eso el legado, como idea, es frágil: hay que defenderlo con acciones, no solo con tecnologías.

El mayor riesgo: clonar sin darse cuenta

Muchos celebran la clonación como innovación radical. Pero si uno mira más de cerca, la verdadera innovación en la vida de Cambiaso fue la de siempre: seguir su intuición. Lo más creativo fue no repetir. Lo más difícil fue mantenerse fiel a sí mismo en un mundo que exige éxito rápido y validación externa.

Y eso nos lleva al final, o mejor dicho, al principio de algo.

Ejercicio de creatividad: ¿Qué clonarías? ¿Por qué? ¿Para qué?

Te propongo una pausa activa. Un ejercicio en apariencia simple:
Si pudieras clonar algo —una idea, una actitud, un momento, una parte tuya— ¿qué sería? ¿Por qué eso? ¿Para qué?

La consigna no busca respuestas correctas, sino una excusa para mirar hacia adentro. Porque la creatividad no es inventar desde cero, ni repetir lo anterior. Es elegir la mejor forma de combinar lo diferente, con intención positiva.

La repetición sin conciencia es el fin de la creatividad. Pero observar lo que repetimos —o lo que intentamos clonar— puede ser el inicio de algo nuevo.
Este ejercicio te ayuda a conectar con una fuente poco consultada: la voz interna. Esa que a veces silenciamos cuando damos demasiado peso a las opiniones ajenas, al algoritmo, o al deber ser.

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